El imaginario de la casa en cinco artistas contemporáneas

"El imaginario de la casa en cinco artistas contemporáneas"

Uzcátegui Araujo, Judit. Eutelequia Ensayo. 2011.
Texto de la publicación: J.T.




Las relaciones entre arquitectura, ciudad y habitante han sido objeto de mi interés desde hace mucho tiempo y la casa ocupa un lugar preferente de este interés. No sólo desde los aspectos funcionales para la elaboración del proyecto, sino desde la posición del habitante y su mundo, ¿acaso no es una “función” importante a satisfacer, cuando diseñamos un espacio, los anhelos humanos o favorecer la introspección del habitante en su morada?. Cuando establecemos estas relaciones, en realidad de lo que estamos hablando, en gran medida, es de la relación entre arte y arquitectura.

El arte como expresión de la vida proyectado hacia el espacio arquitectónico y sus interiores, deviene en cuestiones como el impacto emocional o la percepción poética que se tiene de lo diseñado. La casa, entonces, se nos aparece como un espacio fenomenológico, con distintas lecturas e interacciones en juego. Un lugar donde además de mirar, puede mirar-se.

Al leer la propuesta de la escritora para este ensayo, encontré la posibilidad de adentrarme en esta relación entre la casa y su habitante, siempre a través del filtro del arte, desde posiciones que nunca había considerado, pero que estaban de algún modo latentes entre mis inquietudes sobre la arquitectura y el hábitat.

El libro

Judit Uzcátegui Araujo, nos propone un acercamiento a los modos y maneras de habitar la casa. No será éste un ensayo sobre lo utilitario en la vivienda doméstica, sino que se adentrará en la casa como lugar donde transcurre nuestra vida: pasiones, miedos, recuerdos, etc. Un lugar que a partir de ese momento y esa mirada, se vuelve metafórico o simbólico, elementos que identificarán al habitante. 

De entre estas formas del habitar el hogar, Judit Uzcátegui Araujo para su estudio, elegirá una mirada que se adentra en la vertiente más oscura y para ello elegirá a cinco artistas, de entre las que destaca Louis Bourgeois, cuya obra es paradigma de una visión poliédrica de los recuerdos de la infancia más descarnados, los miedos, las figuras paterna y materna que, cristalizan en la arquitectura de la casa familiar, devenida ahora en cárcel y cobijo, refugio y exposición, morada que devora a sus habitantes y a la felicidad negada de su infancia. Espacio recreado insistentemente como lugar de catarsis.

Judit Uzcátegui, elegirá un grupo de artistas que cuadran con su obra y los conceptos que ellas conllevan, el círculo de las complejas inquietudes generadas por un lado, la figura del hogar como espacio poético, con la figura la mujer; por otro, la casa y su extensión hacia la gran ciudad, siempre como espacios transformados en lugar de ruptura con su habitante: “una ruptura entre el habitante y el lugar de habitación, de los traumas infantiles, de la violencia ejercida sobre la casa y sus moradores, de las formas marginales del habitar en las grandes urbes y de las formas más abyectas del hábitat urbano”.

Como preludio a todo ello, Judit Uzcátegui, realiza un estudio de la casa, aquí ya, desprovista de connotaciones traumáticas o afectivas. Propone un recorrido histórico hasta la casa moderna abriéndonos un amplio espectro de comprensión del hábitat como metáfora, símbolo y como elemento vertebrador y reflejo de nuestra existencia. Desde el triclinium romano hasta las connotaciones sociopolíticas de la burguesía del siglo XX, el poder, el vínculo con la mujer, la casa onírica o la poética del habitar, entre otros, se entremezclan y serán conceptos tratados con objetividad y carácter documentalista, que en principio no imaginamos como preludio de la obra de las artistas, pero que al final son de enorme ayuda para adentrarnos en los siguientes capítulos.

Judit Uzcátegui, abre su ensayo con una, ya mencionada e indispensable, primera parte titulada: “Registro histórico, simbología y representación plástica”, donde aborda no desde lo traumático o lo abyecto, el lugar de la morada y su habitante, sino desde una visión de las posibles casas como espacio consustancial al ser humano, su historia y su simbología “Si queremos encontrar el sentido del habitar, tendríamos que buscarlo al margen de la concepción utilitaria del espacio doméstico”. Adentrándonos en la concepción de la casa como metáfora y símbolo, como espacio poético y como lugar que concentra y proyecta nuestras ideas, nos proporciona las herramientas para el análisis no sólo de la obra de las artistas propuestas en su ensayo, si no para el análisis de cualquier espacio arquitectónico doméstico histórico o contemporáneo, en relación con el habitante.

La introducción se hace corta y se desearía que hubiese dedicado una obra completa a estos temas. La condensación de la información es tan importante en esta parte del ensayo, que las notas se agolpan en el margen de cada página. Al avanzar en la narración, no se puede dejar de retener una buena cantidad de ideas y aforismos, léase conocimientos-principios-herramientas para el análisis y ejercicio del diseño del hábitat humano: 

“Como espacio consustancial al ser humano, la casa se presta a servir de mediador y es punto de referencia a partir del cual entablamos maneras de relacionarnos con el mundo en general.” 

“Cuando se habla de hombre y espacio, oímos esto como si el hombre estuviera de un lado y el espacio en otro. Pero el espacio no es un enfrente del hombre, no es un objeto exterior ni una vivencia interior. No hay los hombres y además el espacio. Podemos entender con esto que hombre y espacio forman una unidad, y la colaboración entre ambos es mucho más activa. Es decir, el ser humano no se limita a estar fuera o dentro, sino que da lugar, espacio, abre sitios, espaciar es la libre donación de lugares”.
“La casa entendida como imago mundi revela a su morador un centro mediante el cual reconoce y define una relación consigo mismo y con el entorno. Este centro delata además una profunda añoranza, la nostalgia del paraíso”.

“una casa viene al mundo no cuando la acaban de edificar, sino cuando empiezan a habitarla” Cesar Vallejo.

“La casa revela a su ocupante su condición de morador y el habitante hace de la casa la abertura de su espacio vivencial en esta doble manifestación de morador y morada se traduce la esencia misma del ser humano en su relación con el mundo. Podríamos decir entonces que la morada se convierte en fundación del ser humano.”

“Es comprensible, por tanto, que el arte se haya ocupado con insistencia en mostrar los interiores domésticos, aquellos en los que la vida se detiene un momento y nos muestra los interiores domésticos, aquellos en los que la vida se detiene un momento y nos muestra lo cotidiano, salvado de ese ir y venir entre límites y umbrales que hace del ser humano un peregrino. La casa se carga así de simbolismo, convirtiéndose en un medio para hacer explícitas todas las tensiones que los antagonismos referidos llevan implícitas. La casa, espacio de lo doméstico, de lo familiar y cotidiano, puede ser el lugar amenazador y siniestro de los terrores infantiles, tanto como el nido lleno de calor y protección que hace de refugio desde la cuna al sepulcro. El artista lo sabe y lo siente, y al sentirlo busca la forma de darle la palabra al sentimiento, de configurar en imagen lo que no se sabe o no se puede decir.”

Respecto del paso por los capítulos dedicados a las obras de las distintas artistas, es de especial relevancia el recorrido por obra Louis Bourgeois. Me han interesado especialmente las ideas expuestas sobre las series: Spider o Maman”.

“vemos como se establece una combinación entre el orden arquitectónico de la celda y el orden escultórico de la araña, así como una fusión entre arquitectura y cuerpo. Podemos suponer que se trata de una casa-cuerpo, donde la celda es como una extensión del vientre del animal en cuanto órgano nutricio, dador de vida y cobijo.”

La escultura deviene en arquitectura y viceversa, la escala y la densidad espacial confunden los términos. En palabras de la artista. “allí donde estos dos dominios de escala, volumen y densidad incompatible se estiran hasta confundirse”.

Finalmente comprobamos que el tránsito por la obra de las distintas artistas esgrafía fuertes emociones en nuestro pensamiento con Louis Bourgeois, o marca de forma indeleble imágenes de la antropología urbana con Sydia Reyes y sus “niños silvestres y refugios urbanos”:

“Allí los niños crecen en un entorno de pobreza y violencia, trabajando como limpiabotas o pregoneros, mendigando o robando para sobrevivir, subsistiendo bajo los estigmas de la calle, haciendo de ella su “hogar”. La mayoría de estos niños son adictos a la cola de pegar zapatos –como niños “huelepega” se les conoce en Venezuela- Uno se tropieza con ellos aspirando la cola en bolsas de plástico, semidormidos en las acera o junto a un cajero electrónico”.

Hace algunos años, en uno de mis viajes al extranjero, tuve la brutal experiencia de encontrarme con un grupo de estos niños “huelepega”, arrinconados en un callejón, harapientos y llenos de churretes. Sus miradas vidriosas y narcotizadas por el pegamento, forman parte ya de ese repertorio de imágenes recurrentes en la memoria de las que uno no puede deshacerse. La lectura de este libro se convierte entonces en una especie de viaje, a veces hacia la propia casa de nuestra memoria, y otras, hacia su laberinto extendido hacia los márgenes difusos de la ciudad; laberintos, casa-ciudad, en los que alguna vez, tirando del cordel, nos hemos encontrado con algún minotauro, alimentándose despiadadamente de nuestra propia existencia.